Antes de conocer la eficacia de la lejía para la desinfección de superficies es importante tener en cuenta las enormes limitaciones que tiene, por ejemplo, en su dilución en agua, una combinación bastante común.
Al ser diluida en agua, la lejía se disocia fundamentalmente en ácido hipocloroso e ion hipoclorito, esta dilución acuosa funciona correctamente cuando el agua contiene un pH7 o muy próximo. La realidad no es esa, el agua suele tener en un pH8 o superior y esto influye significativamente en el resultado de las desinfecciones.
En la dilución acuosa de la que hablamos, el ácido hipocloroso es el componente que verdaderamente realiza la desinfección (no tiene carga, es neutro eléctricamente). Así, el ácido hipocloroso en el valor del cloro generado en el agua no alcanzaría el 20%, el otro 80% lo aportaría el ion hipoclorito (tiene una carga eléctrica negativa).
Las superficies contaminadas tienen una carga negativa, lo que resulta que ejercerá una repulsión del ion hipoclorito cargado negativamente, haciendo que este sea menos eficaz en la eliminación de gérmenes.
La mala praxis en la desinfección de superficies que no garantiza la eliminación de bacterias y virus
Teniendo esto en cuenta, el ácido hipocloroso actúa rápidamente frente a patógenos, siendo capaz de oxidar y matar bacterias, virus y hongos en cuestión de segundos, mientras que el ion hipoclorito puede tardar hasta media hora en hacer algo similar.
No deja de resultar llamativo que continuamente se recomiende aplicar lejía diluida en agua y a continuación pasando un trapo. Esta es, sin duda, una mala praxis en la desinfección de superficies que no garantiza la eliminación de bacterias y virus.
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